Las ruinas más conocidas de la reducción de San Ignacio Miní, una misión jesuitica fundada por el padre jesuita, hoy san Roque Gonzales de Santa Cruz a comienzos del siglo XVII para evangelizar a los nativos guaraníes se encuentran en la actual localidad de San Ignacio, en la provincia agrentina de Misiones a unos instantes unos 60 km de la capital provincial, Posadas. Aunque el asiento inicial de San Ignacio Miní (San Ignacio Miní I) se ubica en el extremo norte del actual estado brasileño de Paraná cuando entre los siglos XVI y XVIII el territorio de tal estado formaba la región hispanojesuítica de La Guayrá.
La misión inicial con el nombre de San Ignacio Miní (San Ignacio Chico) fue erigida por los sacerdotes José Cataldino y Simón Maceta en la región que los nativos llamaban Guayrá y los españoles llamaron La piñeria
San Ignacio Miní I era entonces una de ls 13 reducciones fundadas por los jesuitas españoles a partir de 1554 cuando ya existían en la Guayrá las poblaciones españolas de Ontiveros, Ciudad Real, Villa Rica la primera San Ignacio Miní entonces fue fundada a poca distancia de la capital de las Misiones Jesuíticas del Guayrá, tal capital era la reducción y ciudad de Nuestra señora de Loreto fundada en 1610 y ubicada también en la orilla izquierda del Paranapanema y en la desembocadura del río Pirapó sobre el citado Paranapanema.
Hacia mediados del siglo XVIII la misión contaba con más de tres mil habitantes, y una rica e intensa actividad artesanal y cultural; su ubicación sobre el Río Paraná favorecía el comercio con otros asentamientos de la zona. Sin embargo, en 1768, tras la expulsión de los jesuitas, fue abandonada por completo. Al igual que el resto de reducciones, los paraguayos las destruyeron en 1817.
En la actualidad San Ignacio Miní es la mejor conservada de las misiones en territorio argentino. La planta de la misión es la común a la mayoría de las construidas por los jesuitas en la época: alrededor de una plaza central se distribuyen la iglesia, la Casa de los Padres, el cementerio, las viviendas y el cabildo. En la construcción de San Ignacio se empleó la piedra local, el asperón rojo, en grandes piezas. La dimensión de los trabajos ha permitido que, pese a años de deterioro, la mayor parte de los muros siga en pie.